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La libertad de expresión en la ciencia está en peligro y por eso ha nacido la Intellectual Dark Web


Es posible que estemos en contra de la divulgación de ciencia que pueda debilitar la ideología que consideramos correcta y buena para todos. Por ejemplo, imaginemos (solo es un supuesto) que se descubre que hay una etnia cuya inteligencia es estadísticamente inferior al resto de etnias. ¿Debemos silenciarlo so pena de evitar estallidos xenófobos o explorar la idea en busca de las razones subyacentes (a la vez que combatimos la xenofobia recordando que no debemos respetar a los demás porque son iguales a nosotros, sino precisamente porque son o podrían ser diferentes)?

Puede que estés de acuerdo con este modo de operar, con esta censura preventiva para escamotear futuras censuras. Sobre todo si eres posmoderno, o sea, esgrimes un pensamiento que se sustenta en la idea de que no existe una verdad, sino muchas, y que todas son igualmente válidas. Por eso ha nacido la Intellectual Dark Web.


Para quienes ya no pueden publicar libremente

Claire Lehmann es editora en jefe de Quillette, una nueva revista que está sirviendo como plataforma para dar cabida a la libertad de expresión al núcleo duro de la Intellectual Dark Web (con confundir con Deep Web, Dark Web y Darknet). Lehmann es una psicóloga australiana que empezó a ser conocida por sus interesantes artículos en revistas y periódicos a propósito del feminismo, la educación científica y los videojuegos. Hasta que, poco a poco, sus textos empezaron a ser rechazados por todos. Entonces, en octubre de 2015, Lehmann fundó la revista Quillette para albergar textos como los suyos, los que habían sido podados de los medios convencionales.

Quillette es la salida oficial, si se puede decir que existe tal cosa, de la ahora notoria Intellectual Dark Web. Eric Weinstein, el director ejecutivo de Thiel Capital (sí, de Peter Thiel de PayPal), acuñó el nombre como una broma. Cada vez lo parece menos.

La mayor parte de esta confederación intelectual informal está formada por académicos y ex académicos, además de un empresario ocasional como Weinstein o personalidades de YouTube como Dave Rubin. Lo que les une es que todos se han sentido excluidos de la sociedad educada, e incluso han sido despedidos de sus trabajos por expresar sus opiniones, como el profesor de psicología de Yale Nicholas A. Christakis, como podéis ver en este grotesco vídeo:



O Bret Weinstein y Heather Heying, respetados profesores titulares en el Evergreen State College, donde su política de compasión con Occupy Wall Street estaba en sintonía con el espíritu progresista de la escuela. Hoy han dejado sus trabajos, han perdido a muchos de sus amigos y han puesto en peligro su reputación. Todo ello porque se opusieron a un "Día de Ausencia", en el cual a los estudiantes blancos se les pidió que abandonaran el campus por un día. Por cuestionar un día de segregación racial encubierto de progresismo, la pareja fue tildada de racista. Después de las amenazas, salieron de la ciudad por un tiempo y, finalmente, renunciaron a sus empleos.

El filósofo y neurocientífico Sam Harris dice que su momento llegó en 2006, en una conferencia en el Instituto Salk con Richard Dawkins, Neil deGrasse Tyson y otros científicos prominentes. Harris argumentó algo que, a su juicio, era obvio: no todas las culturas son igualmente propicias para el florecimiento humano. Algunas son superiores a otros, aunque solo sea por lo que aducía Jared Diamond en Armas, gérmenes y acero, catedrático de geografía y fisiología en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). "Hasta ese momento yo había estado criticando la religión, por lo que las personas que odiaban lo que tenía que decir estaban mayormente a la derecha", señaló Harris. "Esta fue la primera vez que entendí completamente que tenía un problema equivalente con la izquierda secular".

Otro ejemplo. En 2017, Sergei Tabachnikov y Theodore Hill publicaron un estudio en Mathematical Intelligencer donde se proponía un modelo matemático para explicar que hubiera más variabilidad de inteligencia entre los hombres y las mujeres (es decir, que hay más genios entre el género masculino, pero también más idiotas). El estudio fue aceptado tras una revisión por pares, pero finalmente se retiró su publicación por la presión de la asociación Women in Matoematics de la Universidad Estatal de Pensilvania, entre otros. Un artículo científico solo se retira si se demuestra que hay fraude académico, no porque las ideas que desliza no encajen con nuestra ideología. El youtuber Un Tío Blanco Hetero explica este caso con más detalle en el siguiente vídeo:



Entre los que forman parte de forma más o menos explícita de la Intellectual Dark Web encontramos a Steven Pinker, Michael Shermer, Stephen Hicks, Heather Heying, Gad Saad, Jonathan Haidt, Jordan Peterson... incluso en España podemos encontrar ejemplos equivalentes, como es el caso de Marta Iglesias, que también ha provocado reacciones airadas en Twitter por su trabajo, y que también ha publicado en Quillettetextos como Why Feminists Must Understand Evolution. En latinoamérica tenemos el caso de Roxana Kreimer, tuitera licenciada en Filosofía y doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires que aborda los perjuicios que sufren mujeres y hombres por su sexo.

A pesar de estar en una misma organización de herejes, son pocos los puntos que tienen en común los miembros del Intellectual Dark Web, salvo quizá los siguientes. Que hay universales culturales, es decir, que algunos rasgos nacen de la biología, y no de la crianza, que las diferencias biológicas y psicológicas entre hombres y mujeres son reales y están bien documentadas, que la política de identidad es una tontería polarizante, que la cortesía al dirigirse a los oponentes solo confiere capacidad de persuadir, que los snowflakes son una lacra, que lo woke es demagogia dopada con culpa judeocristiana, que los Social Justice Warriors son contraproducentes a pesar de sus buenas intenciones y que la libertad de expresión es la condición sine qua non de la sociedad civil, sin excepciones, lo que permite hablar desde cualquier punto de vista de temas espinosos como la religión, el aborto, la inmigración o la naturaleza de la conciencia. En todo lo demás, no podrían ser más distintos. Apoyan formaciones políticas diametralmente opuestas: hay votantes de Bernie Sanders, Hillary Clinton, Gary Johnson e incluso Donald Trump.

No les importa. Solo faltaría que empezaran a censuar de las ideas de sus compañeros de club solo porque tienen opciones políticas que les parecen malignos o peligrosos para el futuro de la civilización. Al menos, en carne propia, han tenido posiblidad de comprobar lo que pasa cuando la mayoría actúan con arreglo a esas dinámicas.




Escrito por | SERGIO PARRA

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